El diablo le dijo a Juan que agarrara un sapo y una gallina, a los cuales debería
coserle los ojos y enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de la noche,
en un lugar apartado, luego
debería invocar el alma y el corazón.
Juan cumplió con lo encomendado. Pasando varios días, el hombre se dio cuenta
que los negocios prosperaban.
Una madrugada se levantó temprano, y al ensillar su
caballo divisó un imponente toro negro, con los cuatro cascos y los dos cachos
blancos. Pasó este hecho desapercibido y se fue a trabajar como de costumbre.
En la tarde regresó de la faena y observó que el toro
todavía se encontraba merodeando la casa. Pensó "será de algún
vecino". Al otro día lo despertó el alboroto causado por los animales, se
imaginó que la causa podía ser el toro negro. Trató de sacarlo de su
territorio, pero esto no fue posible porque ningún rejo aguanto.
Cansado y preocupado con el extraño incidente se acostó,
pero a las doce de la noche fue despertado por un imponente bramido. Al llegar
al potrero se dio cuenta que miles de reces pastaban de un lado a otro. Su
riqueza aumentó cada vez más.
Dice la leyenda durante muchos
años fue el hombre más rico de la región.
Hasta que un día misteriosamente empezó a desaparecer el
ganado y a disminuir su fortuna hasta quedar en la miseria. Se dice que Juan Machete después de cumplir su pacto
con el diablo, arrepentido enterró la pata que le quedaba y desapareció en las
entrañas de la selva.
Cuenta la leyenda que en las tierras de las marraneras
deambula un hombre vomitando fuego e impidiendo que se desentierre el dinero de
Juan Machete.
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