Una madre tuvo un par de hijas,
gemelas, las niñas se divertían jugando en su casa con su
madre, era una familia muy feliz. Un día las tres se fueron de paseo por la ciudad. Se disponían a cruzar la calle 32, una de
las más concurridas de esa ciudad cuando sin previo aviso un carro arroyo a la
feliz familia. Cuando la madre recobro el conocimiento se encontraba en un hospital, ella de manera altera pregunto por sus hijas, a lo cual los médicos no pudieron ocultare lo que había sucedido, le dijeron
que de ese fatídico accidente solo se había salvado ella.
La mujer,
destrozada con la noticia se hundió en el llanto, desesperación y tristeza por
haber perdido a sus hijas. Años más tarde la madre, aún joven, ya que tenía 31
años, todavía vivía en la misma casa y no olvidaba en ningún momento a sus dos
gemelas. Afortunadamente, había vuelto a tener hijos, casualmente eran dos
gemelas y eran muy parecidas a las que murieron atropelladas. Esto hacía que la
madre olvidara en parte ese trágico suceso. Pero la fatalidad estuvo a punto de
volver a la familia. A pesar de que la madre les prohibió salir de
la casa por temor a que las atropellara un automóvil. Un día las dos niñas
estaban jugando con una pelota, pero esta salió de su casa y las niñas
decidieron ir tras de ella. La pelota termino en medio de una carretera que
estaba cerca de donde vivían, las niñas decidieron ir a recuperar su pelota, no
venía nadie en ningún sentido, no había peligro. En el último momento apareció
su madre que llorando, muy alterada, les dijo que no cruzaran a lo que las
niñas respondieron al unísono:
- No te preocupes mami,... ya nos atropellaron una vez y no volverá a ocurrir…
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