Cuenta la historia de las descendientes
de la diosa Hator, las cuales eran las encargadas de predestinar a los recién
nacidos, por eso siempre se aparecían cuando se producía un nacimiento
para poder dictaminar lo que sería del futuro del bebé. Así aconteció que un
faraón de Egipto se preocupaba por que durante años no podía conseguir tener
hijos, entonces le pidió a los Hathores que le concedieran el privilegio de
tener descendientes pues ya estaba llegando a la vejez, así ocurrió que un día
el faraón se enteró que tendría un niño de manera completamente milagrosa,
cuando el niño nació los Hathores se hicieron presentes en el lugar y
dictaminaron su futuro: El niño moriría de manera prematura a causa de un
cocodrilo, un perro o una serpiente.
Al conocer la profecía de los
Hathores el faraón se asustó tanto que mando a construir una edificación en
medio del desierto solo para mantener al niño dentro, seguro y aislado de todo
el mundo exterior para que nunca le pasara nada. Allí mantuvieron al niño
durante años, hasta que el mismo sintió tanta curiosidad por el mundo exterior
que decidió escapar, se fue lejos hasta un poblado remoto en donde conoció a
una princesa con la cual se casó. Luego del matrimonio el joven le confesó la
razón por la cual había pasado toda la vida encerrado y ella prometió
defenderlo. Consiguieron un perro de defensa y vivieron felices un tiempo, pero
un día la princesa encontró una serpiente que subía a su cama, la golpeo y la
arrojo afuera donde el perro se la comió. Otro día el joven se fue a nadar al
rio y casi es comido por un cocodrilo pero logró escapar, esa misma noche
decidió hacer una fiesta, pues había sobrevivido a todos los males de la
profecía, en medio del festejo el perro se sintió muy extraño y comenzó a
atacar al joven, entonces el muchacho lo mato para defenderse, desde adentro
del perro apareció la serpiente que mordió al joven matándolo al instante.
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